Acaba de aprobarse el nuevo decreto sobre la escuela inclusiva y en clase es el tema estrella. Nos felicitamos de que se haya apostado por cada uno de los alumnos como el centro de su educación, en vez de que sean ellos los que se adapten a un sistema fijo e inflexible común. Leo que la escuela inclusiva es la que hará todo lo posible por incluir a todos según sus necesidades… pero ahí está Marcela, ingeniera, profe de tecnología y ya casi psicóloga licenciada, para hacer notar que no es lo mismo la inclusión escolar que la escuela inclusiva.
En el artículo Inclusió escolar i Escola inclusiva de su blog explica que la «inclusión escolar» es integración, es decir, que permitimos entrar en el aula a todos los alumnos, pero que algunos seguirán siendo «diferentes». En sus palabras, «le hacemos un hueco para que pueda estar», siempre que se adapte, el alumno, a lo que hay, o le añadamos alguna herramienta especial sólo para él: aulas de soporte o profesionales asistentes. Es lo que propone el decreto. Eso es mejor que la exclusión y la segregación que había, pero es integración, no inclusión.
La escuela inclusiva sí que es inclusión e iría mucho más allá. Sería un sistema educativo en el que no hiciera falta hacer excepciones ni adaptaciones para nadie, en el que ya desde su concepción se pensara en todas las personas, circunstancias y particularidades.
En su blog hay muy buenas propuestas y está todo más desarrollado.
Nuestro sistema educativo ha mejorado pero aún queda un largo camino de innovación, creatividad, resolutividad, probar cosas, definir problemas y cómo atacarlos, mejora continuada y, en fin, ¡pensamiento ingenieril! para que sea aún más parecida a como la queremos, en las clases de tecnología y las demás.
Contando ovejas eléctricas 